Iglesia El Tabernáculo de Dios
REFERENCIA BIBLICA:
Mateo 7: 24 – 27. Lucas 6:47-49
“Por tanto: Todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Cayeron las lluvias, crecieron los ríos y soplaron los vientos y azotaron aquella casa; con todo la casa no se derrumbó porque estaba cimentada sobre la roca. Pero todo el que me oye estas palabras y no las pone en práctica es como un hombre insensato que construyó su casa sobre la arena. Cayeron las lluvias, crecieron los ríos y soplaron los vientos y azotaron aquella casa, y esta se derrumbó, y grande fue su ruina.”
DEFINICION DE TERMINOS:
Escuchad: Es oír con atención y con buena disposición, implica poner la mente y el corazón en perfecta sincronía con los oídos para que lo que escuchamos logre tener resonancia en nuestro interior y tenga un significado que se convierta en acción haciendo realidad lo que oímos con nuestros oídos y tuvo eco en nosotros.
Sensatez: Prudencia, buen juicio, sentido común. Casa: Edificio donde el hombre habita. También significa familia, estirpe.
INTRODUCCION: Con esta parábola el Señor termina el gran discurso de los capítulos 5 – 7 del evangelio de Mateo, conocido como el sermón del monte, que inicia con las bienaventuranzas (extremadamente felices) el Señor nos dice que el hacer que Él nos ha enseñado en su mensaje es esencial ya que puede hacer la diferencia entre la vida y la muerte, la ruina y la victoria para su iglesia. Todas las enseñanzas del Señor Jesucristo tienen un valor incalculable pues nos guían por este camino hacia la vida eterna.
Jesús es la palabra de Dios (Juan 1:1) que habla a nuestro corazón y a nuestra vida. Debemos escucharlo para que cada día seamos mejores personas con un crecimiento personal acorde a la imagen de Jesucristo, que es nuestro ejemplo y vivamos con dignidad y pureza de corazón. (Juan 3:3). Escuchar las palabras de Jesús y ponerlas por obra ilumina nuestro ser y nuestro camino (1 Juan 1: 5-7) Impidiendo que nos desviemos de la ruta que nos ha dado nuestro padre celestial y que nos guía hacia la vida eterna. Recordemos que la principal tarea de todo ser humano es la construcción de sí mismo. Si nos mantenemos fieles y apegados al Señor tratando de hacer realidad en nuestras vidas sus enseñanzas, hasta las situaciones más adversas y dolorosas de la vida pueden tener un sentido y servirnos para algo bueno. Con Dios, hasta lo más sencillo es una promesa. Y lo que aparentemente vemos como algo negativo puede convertirse en bendición. Por el contrario, cuando Dios no es parte de nuestra vida y sus enseñanzas no están en nuestro corazón, cualquier cosa que nos suceda puede hundirnos en la desesperanza y conducirnos al fracaso.
Jesús nos enseña en esta parábola que debe convertirse en una norma clara de conducta en nuestra vida escuchar su palabra y ponerla en práctica: Dejar que Él arregle las cosas, él lo hará si lo dejamos. Si permitimos que sus mandamientos nos guíen en la toma de decisiones, que nuestra confianza no esté en las cosas temporales que vienen y van sino en el imperecedero amor de Dios que siempre nos llena y nunca se ausenta, que nos da gozo, paz y nos libera de angustias y preocupaciones. Así seremos comparables a un hombre prudente que queriendo construir una casa elige sobre la roca.
Lucas 6: 48 dice que el varón discreto actuó y obro con prudencia, cavó y ahondó para llegar a la roca que es Cristo, y sobre esa base construyó su casa. Sin duda le costó construir los cimientos, tuvo que trabajar a base de pico y cincel, hacerse cayos en las manos, agotar su espalda, colocando argamasa en los huecos abiertos de la roca, ladrillos apretados como una muralla y alzó su casa sólida como un faro que guía a otros hacia la vida eterna (Mateo 5:16) Vinieron las inclemencias del tiempo, las lluvias desbordaron los ríos, azotaron las olas y la casa resistió todo.
Así es el hombre que tiene su fe en Dios con el fundamento verdadero que es Cristo. (1 Corintios 3:11) Y obedece en su palabra. Cuando estemos en la vida eterna todas nuestras penurias a causa de obedecer serán recompensadas. Sin embargo si escuchamos con superficialidad y no nos esforzamos en grabar su palabra en nuestros corazones para ponerla por obra, porque sabemos que esto significa esfuerzo, padecer dolor, extirpar demasiadas cosas, somos semejantes a aquel hombre que por pereza y necedad edifica su casa sobre la arena. En cuanto llegan las inclemencias, la casa que fue construida rápidamente y sin esfuerzo cae pronto, y el necio se queda mirando desolado su ruina y la pérdida de su capital. La arena, representa los deseos de la carne (1 Juan 2:16) Los pensamientos, la voluntad, es nuestra vida natural, todo lo que somos aparte de Dios; nuestros deseos, inclinaciones, gustos, afectos. Las cosas que amamos o rechazamos, nuestros hábitos, nuestro carácter; nuestra condición cuando vinimos al señor. Por eso el señor dice que si alguno quiere ser mi discípulo, niéguese a sí mismo. (Mateo 14: 26 – 27)
Ese negarse a sí mismo es el trato de Dios para nuestra carne. El Señor nos está enseñando en esta parábola que si edificamos sobre la arena, es decir, nuestra carne, nuestra vida se dirige a la ruina. El Señor quiere que vivamos una vida que demuestre cuan suficiente es Cristo para todas las necesidades de la vida humana. El gran obstáculo que nos impide apropiarnos de la vida en Cristo es nuestra carne: La carne se ofende fácilmente, se siente menospreciada, se mueve en ira, resentimiento, odio, etc. Si damos lugar a la carne, estaremos edificando sobre la arena y segaremos corrupción y ruina. El Señor nos está enseñando que debemos sujetarla bajo el poder del espíritu santo.
En la parábola contra ambas casas viene el viento, la lluvia y los ríos, todo esto representa los ataques del enemigo. No importa cuál sea nuestra condición, siempre estaremos expuestos a sus ataques, y si nuestra vida no está cimentada con raíces profundas en Cristo, se arruinará por completo. Debemos permitir que el Señor se involucre en todos los aspectos de nuestra vida: En nuestra relación con las personas, en nuestro carácter, en nuestras emociones, en nuestras finanzas, y no confiar más en nuestros recursos que en el Señor. Solo es posible para nosotros dejar los caminos de la carne si nos rendimos y creemos en El y en el poder del Espíritu Santo. Así, todos los recursos del cielo estarán a nuestra disposición y en Cristo, somos más que vencedores.
CLAVES PARA EDIFICAR NUESTRA CASA:
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Establecer en nosotros el señorío de Cristo: Obedecer su palabra, dándole la honra la gloria y lo mejor de nosotros.
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Estar en constante comunión e intimidad con el Señor, con una vida de oración continua y de total dependencia a Él, así, su presencia estará en nuestra vida cotidiana.
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Solo con la sabiduría de Dios podemos edificar nuestra casa, no con conocimiento humano. En Santiago 1:5 el Señor nos dice:” Y si alguno de nosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.”
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Excavando, ahondando, ver generaciones pasadas, ver lo que está oculto que sale a la luz, ver lo falso para poner lo verdadero. Viviendo el proceso, escudriñando la palabra que nos va edificando y consolidando el fundamento verdadero que es Jesucristo. 1 Corintios 3:11
Es posible vivir una vida creyendo servir y agradar a Dios pensando que hacemos su voluntad y encontrar al final de todo que no fue así. Porque el Señor no estuvo presente en nuestras vidas.
La voluntad del Señor es que pongamos en primer lugar su reino y su justicia, que no nos limitemos a escuchar sus enseñanzas sino que las pongamos en práctica. En el mensaje de Jesús la teoría y la práctica son inseparables.
Ambos hombres oyeron a Jesús, pero solo uno le creyó y lo obedeció, le dio importancia a su palabra para ponerla por obra. Recordemos que está en juego no solo nuestro futuro sino el de nuestra familia. Salmos 129:1
¡Dios te bendiga! Ministerio de Doctrina Escuela Dominical
