Iglesia El Tabernáculo de Dios
Referencia bíblica: Mateo 8:14-15, Marcos 1:30, Lucas 4:38
“Vino Jesús a casa de Pedro, y vio a la suegra de éste postrada en cama, con fiebre. Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó, y les servía.” (Mateo 8:14-15)
Introducción: Hay varios aspectos de la vida y ministerio de Jesús que podemos observar en estos pasajes desde que Jesús hace su entrada en Capernaum (Mateo 8:5).Es importante destacar que Capernaum, aunque no se menciona en el Antiguo Testamento, era un pueblo grande en la época de Cristo. La casa de Pedro en Capernaum se convirtió en la casa de operaciones de Jesús durante su largo ministerio en Galilea (Marcos 2:1; 9:33).
Así que al leer este pasaje, cerremos los ojos por un momento e imaginemos a nuestro buen Maestro, a ese con el que nos comunicamos a diario, nos oye y nos ve; imaginémoslo caminando en medio de la multitud. ¿Cuál fue su comportamiento? ¿Que lo movía? ¿Qué hacía en ese lugar?
Jesús tenía autoridad y poder para sanar: Jesús era la máxima autoridad; (Mateo 28:18, Marcos 1:22-27) pero el tan solo se aprovechó de esa autoridad para beneficio de otros. En contraposición al mundo, vemos que El no utilizo su poder como hijo de Dios para servirse a sí mismo.
Hay algo común en cada escena en la que Jesús sana a un enfermo o hace un milagro: Las personas se acercaban a Él; sabían que Él era el Cristo (Lucas 4:41). Es probable que Jesús quisiera mostrar con palabras y hechos la clase de Mesías que era, antes de declararse a sí mismo, y no dejaba que los demonios frustraran este propósito.
Tenemos una autoridad delegada que solo proviene de la cabeza que es Cristo. Esa autoridad no está en nuestra naturaleza humana, sino en Dios, vivamos conforme a ella: en una relación personal, obedeciendo su Palabra, en dependencia del Espíritu Santo, sirviendo en todo tiempo, a Dios y al prójimo; y veremos cómo Jesús se sirve de nosotros para ministrar a otros, para servirle en su Reino.
Jesús estaba, donde estaba la necesidad: Jesús estaba ocupándose de los asuntos de su Padre. No había otra prioridad para El (Lucas 2:49). Para Jesús era preciso ir hasta Capernaum. En este caso, Jesús estaba ocupándose del dolor, enfermedad, necesidad, angustia, tristeza, soledad, depresión, opresión, cautividad, aun de los demonios que atormentaban. (Marcos 1:32-34). ¿Dónde estamos? Procuremos ocuparnos en lo que a Dios le interesa, en lo que es importante para Dios. Debemos estar donde hay necesidad de Jesús, eso es más cerca de lo que creemos. Las personas a nuestro alrededor deben saber que vivimos para Dios; y en la desesperación de la enfermedad, del dolor, de la aflicción buscaran a Dios a través de nosotros. ¿Cuán prestos estamos para que esto sea así? Necesitamos brillar, alumbrar para que en momentos de crisis, Dios traiga a memoria a esas personas a nuestras vidas.
Jesús sanaba: “… Le toco la mano y la fiebre se le quito. “” Si no hago las obras de mi Padre no me crean”. (Juan 10:37). La compasión caracterizaba el ministerio de Jesús. ¿Nuestra vida está caracterizada por la compasión?
La oración por los enfermos debe ser algo más profundo, debemos ir más allá. Cuando oramos poniéndonos en el lugar del necesitado, ya sea por una perdida física, por una enfermedad, por una tragedia; surge la compasión, nos hacemos conscientes de una realidad espiritual. Hagamos de la intercesión nuestra práctica diaria, no solo algo de un día. William Law dijo: “Ora por otros en tal forma, con tanta extensión, importunidad y fervor como lo haces por ti; y veras como mueren las malas pasiones y el corazón se te torna grande y generoso”.
La respuesta a Jesús: “… luego ella se levantó y comenzó a servirle.” A ella lo único que le impedía servirle era su enfermedad. Una vez sana, su acto inmediato fue ponerse a la orden de su Sanador, atenderlo, como una forma de agradecimiento.
Nuestra respuesta determina lo que Jesús ha hecho en nuestras vidas. ¿Que nos impide servirlo? ¿Qué nos impide atenderlo? Sirvamos por gratitud y en respuesta a su inmenso amor. Entreguemos nuestras vidas en servicio genuino, desinteresado y comprometido a Él. La mejor ofrenda para Él es nuestra vida rendida a sus pies.
Conclusión y Aplicación:
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Tenemos una autoridad delegada, debemos vivir conforme a ella.
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Seamos puerta abierta para que los perdidos, enfermos y afligidos busquen a Jesús.
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Oremos con compasión, con la medida de fe que Dios nos da, sin olvidar que Dios es soberano y hace como quiere.
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Procuremos estar disponible para nuestro Señor, y dispuesto para que lo que Él quiera hacer en nosotros o través nuestro.
“Él es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias; El que rescata del hoyo tu vida,
El que te corona de favores y misericordias; El que sacia de bien tu boca. De modo que te rejuvenezcas como el águila.” Salmos 103:3-5 (RVR1960)
¡Dios te bendiga! Ministerio de Doctrina Escuela Dominical
